“LA AUTOESTIMA DE LOS NIÑOS” ¿Podemos hacer algo para mejorarla?

autoestima de los niños

Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto incondicional de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se le estime”.  Carl Roger

Podemos preguntarnos ¿qué es la autoestima? Para Maslow era una de las necesidades básicas que tiene el ser humano. Junto a las necesidades de seguridad, de protección, sentimos la necesidad de sentirse aceptado y querido por los demás, como la aceptación de uno mismo de ser como es y quererse tal cual es. En la actualidad y gracias a la importancia de la neurociencia(que nos aporta conocimiento de cómo funciona el cerebro en el proceso de aprendizaje y sobre todo en la motivación hacia el aprendizaje) , podemos ir más allá. Podemos afirmar que la autoestima nos permite romper con nuestros esquemas y creernos que superarnos  a nosotros mismos es posible. La autoestima es la cantidad de conocimiento  de uno mismo, de la cantidad  amor que una persona se tiene sí misma, lo que se respeta, lo que se evalúa sobre sus actos. A medida que se reconoce en lo que se hace por opción propia y no por imposición de otros, se va dotando al niño de herramientas  y experiencias que le lleve a una autoevaluación positiva. La autoestima se va construyendo a lo largo de nuestras vidas. Pero nos podríamos preguntar ¿Cómo se construye una buena autoestima en los niños?.

Pues los adultos que nos relacionamos con ellos (padres, madres, profesores por ejemplo) tenemos mucha responsabilidad en ello. El niño o la niña tienen de referencia constante al adulto. Tiende  a observar e imitar toda conducta que desee llevar a cabo. Así es cómo se aprenden las nuevas conductas desde edades bien tempranas. Es en el reconocimiento de lo bien hecho, en el reconocimiento del esfuerzo invertido, donde radica la autoestima. En ese espejo que somos los adultos para el niño, es desde donde tendremos que tener en cuenta el mostrarles la satisfacción por la realización de nuestros deseos. No hay más bonito que un hijo observando a un padre o  una madre o un profesor orgulloso de un logro propio. Es así como se aprende a estar orgulloso de los propios éxitos. Y también se aprende a estar orgulloso del esfuerzo invertido en la realización de alguna meta personal. Pero no caigamos en la trampa mental de tratarnos  duramente. Solemos fijarnos en los fallos cometidos, en repetirnos lo que no ha salido bien, en darnos críticas poco constructivas al respecto.  Os invito a fijarnos en lo conseguido, aunque sea poquito, pero es fruto de un gran esfuerzo y es lo más importante que verán los niños. Poner el foco en lo conseguido y en lo que se puede seguir consiguiendo (no en lo mal hecho, no en el juicio radical)

Cada día es una nueva oportunidad para enseñar al niño a crecer, a sentirse más completo, más pleno como persona. Y también a seguir descubriéndose como incompleto y con ganas de vivir para mejorar. Es así como día a día se conoce, se reconoce y se supera. En esa superación está un buena autoestima.

Juega un papel muy importante la expresión de emociones implicadas en aquellos retos que nos planteamos. Expresar nuestras emociones ayuda al niño a reconocer que comparte lo mismo, que en alguna situación también se ha sentido así. En definitiva, le enseña que sentirse igual, no un bicho raro. Desde este descubrimiento, se lanzará a expresar y con confianza no tendrá miedo a innovar en sus conductas. Se habrá formado una mochila de recursos personales  ante las dificultades. Habrá aprendido a verbalizar lo que siente, a gestionarlo y a  expresarlo de manera saludable. Todos estos ingredientes forman la autoestima. Será un niño con una gran capacidad de amor hacia sí mismo. Un AMOR sobre sus fortalezas y sus debilidades y con un conocimiento de las oportunidades que tiene para crecer.

Cuando un niño va descubriéndose y conociéndose cada día, es capaz de aceptarse como es. La aceptación vista como movilización y no como paralización del ser humano. Si se acepta con sus luces y sombras, será capaz de trazar líneas de acción para descubrir más luz en su vida. No se resigna y se para. Por el contrario, se pone manos a la obra para        re-descubrise como persona. Para ir aumentando su dosis de autoestima  que le ayude afrontar los nuevos retos que se le planteen.

En todo este proceso, los adultos jugamos un papel fundamental. Somos nosotros los que primero debemos aceptar a nuestro niño como es. Cuantas veces las madres, los padres o algún profesor vamos renegando de nuestros niños, con deseos de transformarlos en algo que no son. A través de comparaciones, deseamos ver otra realidad de la que tenemos delante. Sin darnos cuenta, enseñamos a los niños, una visión de sí mismos negativa, deprimida y con gran decepción por como son. Tenemos una gran oportunidad para dar a los niños otra imagen de ellos. Una imagen que haga aumentar su conocimiento de sí mismos, su cariño, su autoestima.

¿Y qué podemos hacer para conseguirlo?

  • Invitarles a expresar sus emociones según las sientan. En un ambiente de libertad y confianza. Para ello les puede ayudar comenzando nosotros, los adultos, expresando lo que sentimos. Les dará confianza para motivarse a expresar.
  • Evitar ridiculizar alguna conducta en público. Por el contrario hablar con el niño o la niña sobre lo sucedido y analizar lo que provoca, les ayuda a ser críticos y no autocastigarse. Ponerles en evidencia en público les hace sentir vergüenza, culpa. Ingredientes que no construyen una autoestima saludable.
  • Evitar, igualmente las comparaciones con otros niños de su edad. Cada niño o niña es individual y su conducta estará movida por una realidad diferente para cada uno. Es injusto querer considerar a todos por igual, cuando la realidad es totalmente diferente. Cada individuo piensa, siente y actúa según su individual. Si tenemos esto en cuenta, evitaremos comparaciones que perjudican la autoestima del niño.
  • Ser modelos de gestión de las emociones, de la expresión de las mismas. Seremos los primeros en quien presten atención y por eso tenemos una gran responsabilidad en cómo se sentirán opinando, sintiendo y queriéndose.
  • Utilizar un lenguaje libre de juicios. Un lenguaje descriptivo, donde informe de lo que sucede, sin críticas. Un lenguaje que dé valor al niño y hable sobre su conducta. Es muy diferente decir “Eres tonto” a “Estas haciendo una tontería”. Con la primera le atribuyes una característica de la personalidad. Con la segunda le informas de un estado puntual de su conducta. Ten cuidado con el vocabulario que utilizas y el tono de voz. Y sobre todo no ataques a su identidad con el lenguaje.
  • Reforzarle positivamente toda aquella conducta que le lleve a un éxito personal, a sentirse satisfecho consigo mismo. Describir la conducta realizada y lo que ha conseguido es transmitirle confianza en él y apostar por él.
  • Invitarle a pequeños retos nuevos. Ayudamos así a aumentar la motivación, trabajar el desafío y el atrevimiento. Será muy valioso en su vida adolescente, cuando tenga que hacer frente a retos peligroso o a desafiar la presión grupal sobre conductas de riesgo que se dan en esta etapa evolutiva.
  • Transmitir al niño verbal y corporalmente el gran amor incondicional que tenemos sobre él. Se sentirá aceptado y querido. Básico para el atrevimiento de la experimentación y la exploración del mundo que le rodea. Esto es básico, sobre todo en edades muy tempranas, donde la necesidad de seguridad y aceptación es básica.                                                      MAR   SANCHEZ   http://www.marsanchezpsicologa.com
Esta entrada fue publicada en acogimiento, APRENDIZAJE, EDUCACION y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s