En la actualidad, en nuestra tarea como madre, padres, maestros, profesores y educadores, no hay modelos claros de educación. Cada día experimentamos con las situaciones que se nos dan..
Casi todos los padres y madres dan todo lo que pueden a sus hijos pensando que es lo mejor que pueden hacer. Cada vez se tienen menos hijos y lo que existen reciben más de lo que necesitan para su desarrollo.
Si durante la infancia no exponemos a los niños a situaciones en los que descubren la frustración, no ayudamos a que aprendan a adaptarse a las futuras exigencias que la vida adolescente y adulta les traerán.
Dando al niño todo lo que desea, (o no desea pero solicita o reclama al adulto durante su infancia) estamos construyendo niños egoístas con alto nivel de exigencia personal. Quien todo tiene, todo quiere.
¿Qué pasará cuando no le podamos dar todo lo que pida? ¿Nos sentiremos malos padres o educadores?
La reflexión nos puede ayudar a descubrir que no tenerlo todo fomenta el afán por la superación personal, fomenta el esfuerzo, la responsabilidad, la entrega y el servicio a los demás. Elimina la comparación con el otro en función de lo que tengo o no tengo. Este punto cobra mucha importancia en la adolescencia por el factor de presión social al que se ven sometidos.
Diciendo “NO” a nuestros hijos ayudamos a que ellos aprendan a decirlo en aquellas situaciones en las que no deseen hacer algo. Enseñamos a fortalecerse para conseguir algo, a luchar y no conformarse por no tenerlo aquí y ahora.
Diciendo “NO” enseñamos a poner límites, a descubrir que en la vida diaria no se puede hacer lo que uno desea sino que hay unas normas sociales que hay que cumplir.
Muchos de los trastornos de conducta que surgen en la adolescencia, se dan como consecuencia de una infancia de total permisividad, de capricho continuo y de inseguridad. Una infancia donde el niño no ha sido protagonista de su propio aprendizaje, donde no ha habido ensayo-error en sus acciones. Todo se le ha dado, todo se le ha premiado y ha perdido la referencia del bien y el mal; ha perdido el límite de lo permitido y lo prohibido.
Se trata de hacer responsable al niño en su día a día, de sus pequeños y grandes éxitos por su trabajo. Así construiremos adolescentes responsables y críticos con su hacer. Ya de por sí misma la adolescencia es un período evolutivo difícil. El llegar a ella sin herramientas de autogestión de las emociones, de habilidades de comunicación y de recursos de resolución de conflictos, propicia que los chavales se muestren violentos con el medio que les rodea. Serán niños frustrados que quieren imponer su manera de actuar, de organización del tiempo y de tener las relaciones con quien ellos desean (por mucho que los padres y profesores consideren que no son las más adecuadas)
Observando a los niños descubrimos si tienen la capacidad de frustrarse, y buscar los recursos para seguir adelante. O por el contrario, se frustran y dan la pataleta por respuesta. Si observamos un niño o adolescente que ante un problema lo transforma en un reto personal, entonces podemos estar tranquilos, pues se trata de un chaval con afán de superación. Con un nivel de responsabilidad sobre esa situación y con una toma de conciencia sobre lo que él puede aportar a esa situación.
Si por el contrario, observamos al niño ante la misma situación que muestra en cólera y reclama la solución a sus padres, entonces debemos pensar que el falten habilidades de afrontamiento a los conflictos. Que se trate de un chaval que no ha interiorizado la frustración y que se ve inseguro en la situación.
Me gusta invitar a los padres y maestros a que no den todo lo que los niños pidan. Que aunque dispongáis del dinero, de los recursos o del tiempo que requiere la petición, es bueno dejar al niño son algún deseo. Estáis contribuyendo a que se descubra en esas situaciones, a que se conozca más. Que aprenda a buscar en su interior los recursos para darle solución a esa frustración. De este modo contribuís a su crecimiento, a su autoconocimiento, a su autoconciencia y a aumentar su responsabilidad en las cosas propias de su vida.
Si ya ha llegado esa etapa tan difícil de la adolescencia y os dais cuenta que no habéis actuado cómo os hubiera gustado por causas ajenas a vosotros, no os preocupéis. Nunca es tarde.
Los hijos están con vosotros toda la vida. Es buen momento de compartir ese descubrimiento con el hijo y aunque suponga un período difícil de entender para el niño o adolescente, con el tiempo agradecerá que sus padres hayan cambiado. Que le hayan puesto límites claros y hayan permanecido a su lado.
Es un período de autodescubrimiento y los padres, madres y profesores podéis contribuir a que sea más o menos enriquecedor. Al ser el niño el protagonista de su proceso de aprendizaje, su conducta será autocorrectiva (de lo que observa a su alrededor cuando realiza la conducta).
Poner el foco en lo bueno de nuestros hijos es ayudarles a quererse más a valorarse más y responsabilizarse consigo mismo y con el mundo que le rodea.