CLAVES PARA NO IR CON PRISAS POR LA VIDA

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El otro día me sucedió una cosa muy curiosa en el metro que quiero compartir con vosotros. Resulta que estando dentro de un vagón de metro, presencié una escena que podría considerarse estresante y graciosa al mismo tiempo. Resulta que una pareja se disponía a entrar en el vagón. Parecía que estaban haciendo turismo por la ciudad. Pues bien, no fueron conscientes de lo que tardaban las puertas en cerrarse y al querer entrar rápido y no perder el tren, consiguió la chica introducirse dentro, pero el chico no llegó a tiempo. Lo que sucedió después fueron caras de sorpresa, de algo de temor por no conocer bien el funcionamiento de las estaciones, pero al mismo tiempo les surgió a ambos una sonrisa de reflexión que parecía rondarles sus mentes. Sería algo así como  “las prisas no son buenas”.

Este episodio me dio reflexionar sobre para qué sirven las prisas. Me hizo pensar que vivimos queriendo tener muchas experiencias, muchos encuentros, sin darnos cuenta para qué. Qué queremos conseguir haciendo tantas cosas.

Me hizo reflexionar que yendo con  prisas por la vida perdemos, en muchas ocasiones, la esencia de nuestras intenciones. En el caso de la pareja que os he contado, seguramente quisieran ver muchos sitios de la ciudad, pero sin saborearlos, sin disfrutar de la compañía de la pareja, sin sacar sustancia a esa convivencia que  tenían. Tan sólo se dieron cuenta de la presencia del otro cuando, justamente a causa de las prisas, notaron la ausencia y la desorientación sobre qué hacer.

En el tipo  de sociedad en que vivimos consideramos que ir con prisas es lo habitual, “lo normal”.  Os quiero invitar a reflexionar para qué sirven las prisas. Os quiero convencer de que la creencia que tenemos desde niños que nos impulsa a ir con prisas en el día a día es errónea.

Cuántos profesores están enseñando con prisas con el objetivo de terminar el libro a final de curso. Como si el ir con prisas o terminar el libro asegurara el aprendizaje de todos los contenidos en el 100% de los chavales. No sería mejor ir despacio alimentando el entusiasmo de los niños por aprender y fueran ellos los que impusieran el ritmo de aprendizaje y los contenidos que desearan adquirir.

Cuantos padres y madres deseamos que nuestros hijos e hijas crezcan rápidamente. Como si pensáramos que una vez mayores  la vida cambiara. Como sin querer asumir que lo bello de tener hijos e hijas es disfrutarlos cada momento. ¿Habéis visto algún niño que quiera aprender andar o hablar con prisa? Lo que observamos es que desean disfrutar de lo que aprenden y repetirlo una y otra vez. En mi trabajo diario observo a las familias como intentan que sus hijos desayunen rápido porque no llegan al trabajo, intentan que hagan rápido las tareas del colegio porque no les da tiempo a ir alguna actividad extraescolar…. Y me pregunto y os pregunto ¿Para qué sirve hacer las cosas con tanta prisa? ¿Qué ganamos? Yo misma me he  llegado a convencer que no hago las cosas con prisas, sino que es mi ritmo de acción. He de confesaros que mis hijos han sido los que “Siempre”  han salido los primeros de cualquier sitio donde fuéramos. Y ahora, una vez que son más mayores y hecho la vista atrás, me pregunto ¿Qué les ha aportado hacer las cosas con tanta prisa? Pues mi reflexión me lleva a ser sincera conmigo misma y asumir que no por haberles llevado por la vida a “mi ritmo” les ha aportado un enriquecimiento personal. Más bien todo lo contrario, han estado siempre protestando de las prisas. Me han estado diciendo que se perdían los juegos del vestuario de la piscina, que se perdían los coqueteos en las entradas y salidas de las actividades, que se perdían el juego en el patio del colegio.

Os invito a observar vuestro ritmo diario y el de los que os rodean. Mirar con atención qué intenciones tenéis y cuáles los que están cerca de vosotros. Porque cada día estoy más convencida que si nuestra intención educativa no tiene que ver nada con la motivación del niño, no tenemos  un buen escenario para el aprendizaje, para el disfrute y mucho menos para la convivencia.

Os  quiero dar unas pistas para reflexionar  sobre las prisas:

  • Antes de hacer lo que deseas, piensa si realmente quieres hacerlo, o si te ves movido por otra persona o cualquier presión externa a ti. Os invito a cambiar la palabra “TENGO QUE…” por “QUIERO HACER…”
  • Si decides hacerlo verbaliza para qué  lo . El verbalizar en voz alta nos ayuda a poner en orden nuestras ideas. También puedes escribir aquello que no te atreves a pronunciar. Una vez tomada la decisión que lo vas a hacer, decide cuánto tiempo te va a llevar, o cuánto tiempo quieres disfrutarlo.
  • Y sobre todo, piensa todo aquello que te pierdes si lo que decides hacer lo haces con prisa y sin disfrutarlo adecuadamente.
  • Busca la esencia que tiene lo que deseas hacer, y no pares hasta haberla conseguido.

Vivimos pensando que hay que aprovechar el tiempo y no nos damos cuenta que lo desaprovechamos cada vez que no lo disfrutamos.

Mar Sánchez Rodríguez (Psicóloga, coach y educadora)

http://www.marsanchezpsicologa.com

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